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¿Qué es la Profecía?

Juan Campos | 20 de Julio, 2016
¿Qué es la Profecía? |

PROFECÍA. ¿Quisiera usted, temprano en su existencia, tener un mapa de su vida? ¿Le gustaría conocer el tiempo y las circunstancias que rodearían sus decisiones trascendentales y por tanto serían una brújula para dirigirse a un norte no incierto? ¿Busca la seguridad ahora y sueña con un futuro estable para usted y sus seres queridos? ¿Ha escuchado sobre un “más allá” a los años vividos en este mundo, y quisiera acceder a él? ¿Ha sentido la necesidad de una religión para resolver todos estos asuntos fundamentales?

Para la mayoría de nosotros, estos deseos y esperanzas están lejos de realizarse, pues nuestro mundo está lleno de cambios inesperados y peligrosos. Fácilmente podemos ser víctimas de una enfermedad debilitante, un atraco, un accidente o un desastre natural. Los turbulentos cambios económicos y sociales nos roban la paz y amenazan nuestra tranquilidad financiera. Las guerras y el terrorismo ponen en peligro a la sociedad y hacen que la estabilidad, la paz y la seguridad que buscamos se vuelvan cada vez más esquivas. Los miles de “ismos” religiosos constituyen quizá la peor confusión de todas. La incertidumbre ha llegado a ser un estilo de vida.

Consideremos a la juventud de hoy. La falta de esperanza en el futuro es una causa principal de zozobra entre los adolescentes. El asombroso número de suicidios es una muestra palpable de su desilusión con la vida. Algunos de ellos descargan su frustración y rabia formando pandillas delincuenciales.

Pero los adolescentes no son los únicos que se preocupan respecto a su porvenir. Muchos adultos desean descifrarlo, acudiendo al espiritismo y la astrología. Los libros acerca del futuro son éxitos de librería. Siglos atrás Salomón lo expresó Así:

“El gran problema del hombre es que nunca sabe lo que va a suceder, ni hay nadie que se lo pueda advertir” (Eclesiastés 8:6-7 Versión popular).

¿Por qué hay tanta incertidumbre en nuestro mundo? ¿Tenemos, acaso, que vivir en la ignorancia de lo que nos depara el futuro? ¿Podemos descubrir alguna fuente de información que nos saque de tal desconocimiento y de la perplejidad?

¿HAY RESPUESTA?

Sí la hay. Está en el Santo libro, La Biblia. Hela aquí:

“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca, y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pedro 1:19)

“La palabra profética” o profecía es la solución a las mentes turbadas.

Veamos la definición idiomática.

Profecía: “Don sobrenatural que consiste en conocer por inspiración divina las cosas distantes o futuras. Don sobrenatural para pronunciar oráculos en nombre y por inspiración de Dios.” (DRAE)

Aunque el diccionario no siempre concuerda con las definiciones bíblicas, en este caso tenemos bastante acierto. “Don sobrenatural” e “Inspiración divina” muestran orígenes no humanos. Pero como nuestro objetivo es la ciencia de la salvación, debe quedar mejor y palmariamente establecido, no por una autoridad académica sino, por La Palabra de Dios que: Esa Palabra profética o Profecía, “Nunca fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). Por lo tanto la solución a los problemas planteados es absolutamente divina. En el hombre está el problema. En Dios la solución.

“En las Escrituras se aplica este término profecía, a cualquier declaración inspirada y no se limita a la predicción de acontecimientos futuros. Un profeta puede hablar del pasado, del presente o del futuro (ver Exo. 7: 1; Luc. 1: 76-77; Hech. 15: 32; 1 Cor. 14: 3, 24-25). CBA Tomo 6 comentario a Romanos 12, énfasis suplidos).

Tal es el criterio bíblico de “profecía”. En el sentido más amplio es “Toda Escritura inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16). Respecto a las predicciones de eventos y sucesos extraordinarios en el tiempo, podríamos llamarlos “profecías”. Digamos entonces que dentro de la PROFECÍA, hay PROFECÍAS. Ellas nos develan el futuro. Así está escrito:

“Yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero; que llamo desde el oriente al ave, y de tierra al varón de mi consejo. Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré” (Isaías 46:9-11)

Dios no solo afirma que puede revelar el futuro, sino que también tiene poder para hacer que se cumpla lo que ha predicho.

Con cuánta razón leímos en Pedro “…la Palabra Profética más segura”. Y agrega, “a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro”. Sin ella, estaremos andando a tientas y se cumple: “sin profecía, el pueblo se desenfrena. Mas el que guarda la ley es bienaventurado”. (Prov. 29:18) Nótese una vez más el concepto amplio de profecía. Este versículo establece que la Ley es profecía.

El propósito de la profecía.

Si la Biblia entera es considerada profecía, como ella misma lo afirma, y ella es La palabra de Dios para salvación, entonces las profecías deben tener el mismo gran objetivo. La Salvación. Y si “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto…” (2 Timoteo 3:16, 17), entonces la verdadera profecía tiene que contener estas mismas características, para cumplir el mismo objetivo.

Ezequiel 37: 1-10 presenta una visión impresionante de lo que deben ser los resultados del mensaje profético (vers. 4, 7, 9,10). La enorme cantidad de huesos secos (vers. 2) llegaron finalmente a ser “un ejército grande en extremo” (vers. 10).

Esta visión enseña que el auténtico mensaje profético, debe producir resurrección espiritual.

Jesús lo expresó de otra manera.

“Os lo he dicho antes que suceda, para cuando suceda creáis”.

¿Quiénes son los que creen? Juan 1:12 nos dice que son los hijos de Dios. Los que han renacido “no de simiente corruptible sino de incorruptible”.

Expresémoslo en otro término: Conversión. Un ejemplo directo, no una visión, está relatado en 1 Samuel 10: 1-6. Veamos la secuencia:

—Samuel ha ungido a Saúl como rey de Israel. Y entonces le revela una serie de profecías que están registradas a partir del versículo dos (pequeños eventos a cumplirse poco después pero que igualmente requieren un conocimiento sobrenatural). Tales sucesos llevarían al cumplimiento del objetivo de esas predicciones. Saúl indiscutiblemente creería y:

“Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre” (vers 6.)

Tal es el propósito de la profecía. No fue dada para asustar, ni para emocionar, ni para satisfacer curiosidad. El portador de la verdadera profecía tendrá la misma experiencia del profeta Jeremías quien testifica: “no me engreí a causa de tu profecía” (Jer. 15:17).

Correctamente entendidas, las profecías son tan importantes y contienen tanto del Evangelio como otras porciones de la Escritura. Dios inspiró a los profetas para que escribieran las profecías de las Escrituras, a fin de que por ellas los hombres pudiesen hallar la salvación. La Biblia no es un libro compuesto de porciones que contienen los hechos esenciales del Evangelio, y otras menos importantes que contienen las profecías. Es una verdad vitalmente importante de que la verdadera interpretación de las profecías ilustra cómo se logra la salvación, y fortalece también al alma para resistir el pecado.

No perdamos tales propósitos de vista. En nuestra próxima entrega veremos cuál es el problema básico que ha generado tantas desviaciones en este campo. Pero al igual que el aumento de la maldad no debe llevarnos a que se enfríe el amor, determinemos que las especulaciones no nos lleven a tener en poco las profecías. Aceptemos la amonestación del apóstol: “No menospreciéis las profecías” (1 Tesalonicenses 5:20)

Juan Campos
Juan Campos es un laico adventista, un ministro de sostén propio, cuya trayectoria le ha dado una gran experiencia en el terreno evangelistico.

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